La imagen que comúnmente asociamos a "pandemia" no es la de una enfermedad lenta y progresiva que quizá sí quizá no podría acabar con nuestra vida. Gran parte de la dificultad a la hora de comprender la naturaleza del COVID-19, el coronavirus que ha paralizado medio planeta, reside ahí. Su tasa de mortalidad es relativamente baja. Es un peligro global y trascendente. Pero podrías incubarlo y superarlo sin apenas darte cuenta.
No siempre es así. La historia de la humanidad está repleta de "pandemias" y "epidemias" que tienen un carácter letal, enfermedades capaces de arrasar continentes y de reducir a su mínima expresión a culturas y grupos poblacionales enteros. Los ejemplos son innumerables. Desde la conquista de América, donde el contacto entre colonizadores e indígenas tuvo consecuencias demográficas calamitosas, hasta la gripe de 1917.
En Europa, una epidemia en particular es objeto de la mitología popular: la Peste Negra. Su memoria ha trascendido a su tiempo, y se ha grabado a fuego en el recuerdo de miles y miles de generaciones. Ninguna otra enfermedad ha sacudido al continente de igual manera. El volumen de muertos fue tan alto que algunas ciudades y regiones perdieron entre el 25% y el 50% de su población, cifras absolutamente dramáticas.
Comprender hoy el impacto que la peste negra tuvo en la mentalidad de los europeos del siglo XIV es complicado. Entre 13XX y 13XX, la enfermedad acabó con la vida de XX millones de personas. Los estados más poblados por aquel entonces, como Francia o Italia, apenas sumaban XX millones. Un continente que en comparación ya estaba mucho más vacío que hoy en día se vació aún más. Enormes regiones dependientes de la agricultura se hundieron en una enorme depresión económica inmediata.
Sin manos que recogieran la siembra, muchos países sufrieron.
Pero el tiempo pasó. Europa siguió más deshabitada que entonces y no recuperaría sus niveles demográficos previos hasta bien entrado el siglo XXX. El tiempo pasó y quienes sobrevivieron a aquel terrible episodio, ellos y sus descendientes inmediatos, disfrutaron de una sustancial mejora de las condiciones de vida. La peste negra supuso la muerte para millones y millones de europeos. Pero para los supervivientes fue una bendición.